lunes, 28 de diciembre de 2009

El encuentro con la muerte

Nadie sabe cuando, donde ni como va a morir, pero… lo que si conoce, es que su muerte llegara en cualquier momento, porque esa es la ley de la vida. Algunas personas prefieren no mencionar la palabra muerte porque suponen que trae mala suerte y que el solo referirse a ella, constituye un acto negativo. En cambio yo creo que hablar y vivir en referencia a la muerte es tan positivo como favorable. Cuando se es totalmente consciente que los días que vivimos y los momentos que disfrutamos con absoluta claridad pueden convertirse en los últimos, estamos dándonos lo mejor de si y permitiendo que nuestros seres queridos conozcan la verdadera naturaleza y sentimiento que tenemos. La vida es corta aunque parezca larga. Los instantes que vivimos con amigos y con los seres que amamos, pueden ser el único patrimonio que nos llevamos a la eternidad.

Afirmar semejante quijotada, en tiempos donde lo único que importa es lo material y la escala de valores es contrapuesta a lo que se conoce como el ideal para vivir en paz y armonía, parecería una locura de mi parte; pero…no es así. Cuando hacemos un análisis serio de nuestra conducta, recurrimos es a evaluar nuestros actos y no a contar los autos o las propiedades que tenemos. Valorar nuestra conducta implica examinar si en realidad hemos respetado y tenido actos humanitarios con quienes nos rodean. Sentir envidia o pasarse por encima del otro para conseguir lo que se quiere, aunque este de moda sigue siendo un acto reprochable por las reglas de la moral y la honestidad. Reglas que para la gran mayoría están obsoletas y más bien se aprecian como una desvergüenza. El que es capaz de violar las reglas de comportamiento y conseguir un trabajo, un amor o un bien material a costa de cualquier cosa, es hoy por hoy una persona de éxito. El que más bien espera, y prudentemente busca sus objetivos sin lastimar o perjudicar a otro, o sin utilizar recursos tan bajos como desacreditar a otro, es un perdedor, una persona catalogada como insegura y pendeja que no sabe como es que funciona el sistema actual, el de los que “luchan” por sus objetivos.
Por eso vivir conscientes de que en cualquier momento nos llega la muerte, nos convierte en mejores seres humanos porque sabiendo eso, se carece de la arrogancia y la desfachatez con la que muchos imponen su voluntad para conseguir sus metas. Nadie dice que no es conveniente luchar con arrojo por los ideales, pero una cosa es trabajar por ello y otra muy diferente es obtener lo que se quiere a costa de la desgracia de otros.
Hay que vivir la vida con alegría y con la intención de sacarle lo mejor, sin utilizar recursos deshonestos o salvajes que perjudiquen a los demás.